sábado, 11 de abril de 2009

Elvis Perkins In Dearland


Ya no hace falta contar la negra historia de la familia de Elvis Perkins. Ya fue usada de forma recurrente cuando presentó su álbum de debut,`Ash Wednesday´. Desde entonces, Perkins ha saboreado un relativo éxito mundial, ha paseado sus canciones de trovador atormentado por todas partes, reclutando a un trío de multiinstrumentistas de gran nivel que, juntos, gustan de ser conocidos como Elvis Perkins In Dearland.
Cuando vi por primera vez a Perkins en el Primavera Sound ‘07, me sorprendieron su ánimo y optimismo, pese a que se su banda se vio obligada a tocar con instrumentos prestados después de que los suyos fueran robados en París. Me sorprendió, en fin, lo feliz que se mostraba alguien que cantaba sobre una vida tan trágica como la suya. En ‘Elvis Perkins In Dearland’ el espíritu es el mismo, pero ahora Perkins ha ampliado sus miras y exprimido al máximo los medios que le ofrecían sus compañeros de aventura.
Perkins nunca ha pretendido inventar nada y se declara un devoto de los artistas con los que se le compara: Dylan, Van Morrison, Drake… Inevitablemente, las maneras de Dylan vienen a la mente una y otra vez, solo que además Perkins parece haberse empapado de toda la música que los negros introdujeron en el continente americano y haberla adoptado y transformado a su medida. Gospel, blues de los pantanos de Louisiana, música jamaicana, cantos espirituales, los pasacalles de Nueva Orleans… todos tienen cabida en este disco que, como sus fotos interiores, están hechas en la actualidad pero podrían estar hechas en cualquier fecha del siglo pasado hasta hoy.
El espíritu jamaicano de la maravillosa ‘Shampoo’, los aires 50s de ‘Hey’ (con coros de la cool Becky Stark), los lamentos de las cadenas de los esclavos en ‘I’ll Be Arriving’, la brass band que irrumpe escandalosa para aliviar la pena en ‘Send My Fond Regards To Lonelyville’… Cada instante de este apasionante álbum habla, otra vez, de la pérdida y el dolor pero con un arrojo y una energía que alivia el drama. Música revitalizante y profunda a la que agarrarse para mantenerse a flote.

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